Esa incómoda sensación de llegar tarde a una cita, media hora tarde a decir verdad, depeinada y desarreglada con un motivo gracioso y estúpido que podría sonar a excusa, pero al fin, ahí estaba, ahí estabas.
Te sonreí torpemente queriéndome disculpar, estabas igual a como te recordaba, siempre sonriente, muy carismático.
Caminamos y caminamos, me contaste tu travesía, te hice esperar demasiado pero en tu tono no había reproche, había alegría, eso me hizo sentir aliviada.
Llegamos a una banca y me enseñaste cosas, hablabas y hablabas y a mi me gustaba escuchar, confundiste mi cara de procesamiento con aburrimiento y me empezaste a leer, me encontraba divertida y relajada, escuchando y procesando...
Caminamos más y encontramos que comer, te reíste de mi risa fuerte y de que casi mojaba a un individuo con agua, bromeamos y al final no me permitiste pagar. Tus palabras fueron: -Tu pagas a la otra- dijiste convencido y agregaste: -eso significa nunca-.
Seguimos caminando y caminando, hasta que llegamos a un prado, ahí nos recostamos y nos pusimos a platicar. Tu plática siempre interesante me llevaba a pensar muy lejos, me hablabas de letras, del significado de las palabras, su historia. Eso me encantaba.
A menudo creías que me aburría, pero no tenías idea de que yo en mi mente seguía recitando aquellas primeras líneas en latín: Miser Catulle desinas ineptire...
Adulaste mis escritos, siendo que no se comparaban a todo lo que tu habías leído; y ahí, frente a un enorme saurio de metal, me pediste que escribiera sobre ese día, y heme aquuí rememorando historias...
Me dijiste que tenía una buena memoria, y aunque a veces dudo de ella, sé que cosas como esta no se borrarán fácil, pues son importantes para mi y lo serán en la posteridad.
Lo único que puedo reprochar a la tarde es que pronto se tornó muy oscura, debiéndonos separar. De ese día tan lejano no te he vuelto a ver, pero se que pronto nos volveremos a encontrar, me contarás cosas interesantes y me leerás, así como me siempre me ha gustado; te contaré historias que te harán reir y nos despediremos felices y seguros, de que aunque sea otro día lejano, nos volveremos a encontrar.
miércoles, 13 de noviembre de 2013
domingo, 25 de agosto de 2013
Perdedora.
Mira como se va todo, mira, frente a tus ojos,
todo se esfuma, se hace pedazos,
muere el amor, mueren los lazos.
Puedes saber siempre, que el amor que yo te dí,
nunca ha sido carente, siento aún algo por ti,
ya no me quieres atar, pero no te dejaré de amar.
¿Recuerdas cuán bellos eran aquellos días en mi cuarto?
tu sonriente y descansando, la faena que hiciste en mi cama,
¿que de ésto no debe hablar una dama?,
la discreción nunca ha sido lo mío.
Por eso es que aún espío
lugares donde encontrarte,
para ver si de nuevo puedes darme
un poco más de placer.
Cuán difícil es el amar,
¡qué fácil es el querer!
ya soñaría yo con encontrar
alguien como al hombre que encontré en tu piel.
Y triste y decaída, te perdí por vanidad
por creerme un pavoreal, cuando sólo era un ave
por orgullo, dejé los detalles
olvidé nuestro amor.
¡Qué dolor tan adverso ahora siento, corazón!
pero se que aunque me retuerza
y peleé con frustración
ya perdí tu cariño, desdeñé tu devoción.
Dichosos los días que te tuve,
las mañanas en que te canté,
las tardes en que te cociné
las noches en las que te amé.
Bellos días fueron esos,
los recuerdo con una sonrisa
y solo pido a la vida
que te de una igual a la mía.
todo se esfuma, se hace pedazos,
muere el amor, mueren los lazos.
Puedes saber siempre, que el amor que yo te dí,
nunca ha sido carente, siento aún algo por ti,
ya no me quieres atar, pero no te dejaré de amar.
¿Recuerdas cuán bellos eran aquellos días en mi cuarto?
tu sonriente y descansando, la faena que hiciste en mi cama,
¿que de ésto no debe hablar una dama?,
la discreción nunca ha sido lo mío.
Por eso es que aún espío
lugares donde encontrarte,
para ver si de nuevo puedes darme
un poco más de placer.
Cuán difícil es el amar,
¡qué fácil es el querer!
ya soñaría yo con encontrar
alguien como al hombre que encontré en tu piel.
Y triste y decaída, te perdí por vanidad
por creerme un pavoreal, cuando sólo era un ave
por orgullo, dejé los detalles
olvidé nuestro amor.
¡Qué dolor tan adverso ahora siento, corazón!
pero se que aunque me retuerza
y peleé con frustración
ya perdí tu cariño, desdeñé tu devoción.
Dichosos los días que te tuve,
las mañanas en que te canté,
las tardes en que te cociné
las noches en las que te amé.
Bellos días fueron esos,
los recuerdo con una sonrisa
y solo pido a la vida
que te de una igual a la mía.
jueves, 22 de agosto de 2013
Un recuerdo
Hace tiempo, vi su foto. Su hermosa sonrisa confiada, la simpleza de su expresión, sus ojos de inocencia... se veía como cualquier otra, pero no, ella era especial.
A través de la imagen, intenté entender como ella había influido en mi mundo, aunque fuera de una manera tan indirecta. El cómo ella estaba allá...tan lejos, después de un día haber sido el centro de un tornado que arrasó con muchos mundos.
Intenté imaginar lo que sentía, la manera en que pensaba, me pregunté si aún recordaba todo, si aún le dolía.
Había escuchado de ella con palabras de devoción y un odio fingido, nunca supe mucho acerca de su vida, pero con solo escuchar como pronunció su nombre la primera vez que lo pregunté, me basto para saber que ella había alterado vidas, mundos, universos, y ahora venía a alterarme a mi de cierta manera.
No, ella nunca estuvo presente, solo era un recuerdo lejano, nada se sabía de esa mujer, solo la voz que me hablaba de ella la acariciaba lejana, pero al fin y al cabo ella solo era un punto en el horizonte.
Recuerdo como me quedaba a veces viendo su foto, pensado y pensando, recordando todo lo que sabía de ella e intentando ponerme en su triste lugar.
Ella y su vieja historia, ella era un recuerdo, yo, yo era el presente.
Hoy, depués de meses volví a mirar su foto. Me sorprendió que ya no era la misma foto que había visto antes, ella miraba sonriente y se apreciaban claramente los rasgos de su cara. Descubrí que era muy bella, no cualquier belleza, belleza que sólo podía apreciar un ojo observador. Un ojo que debió escuchar y entender la devoción que se tendía sobre ella al solo decir su nombte, solo ese ojo podría verla a ella en todo su esplendor, bella y diáfana.
Le sonreí a la foto y dije entre mí: Hoy te entiendo. Ahora, yo, también soy sólo un recuerdo.
A través de la imagen, intenté entender como ella había influido en mi mundo, aunque fuera de una manera tan indirecta. El cómo ella estaba allá...tan lejos, después de un día haber sido el centro de un tornado que arrasó con muchos mundos.
Intenté imaginar lo que sentía, la manera en que pensaba, me pregunté si aún recordaba todo, si aún le dolía.
Había escuchado de ella con palabras de devoción y un odio fingido, nunca supe mucho acerca de su vida, pero con solo escuchar como pronunció su nombre la primera vez que lo pregunté, me basto para saber que ella había alterado vidas, mundos, universos, y ahora venía a alterarme a mi de cierta manera.
No, ella nunca estuvo presente, solo era un recuerdo lejano, nada se sabía de esa mujer, solo la voz que me hablaba de ella la acariciaba lejana, pero al fin y al cabo ella solo era un punto en el horizonte.
Recuerdo como me quedaba a veces viendo su foto, pensado y pensando, recordando todo lo que sabía de ella e intentando ponerme en su triste lugar.
Ella y su vieja historia, ella era un recuerdo, yo, yo era el presente.
Hoy, depués de meses volví a mirar su foto. Me sorprendió que ya no era la misma foto que había visto antes, ella miraba sonriente y se apreciaban claramente los rasgos de su cara. Descubrí que era muy bella, no cualquier belleza, belleza que sólo podía apreciar un ojo observador. Un ojo que debió escuchar y entender la devoción que se tendía sobre ella al solo decir su nombte, solo ese ojo podría verla a ella en todo su esplendor, bella y diáfana.
Le sonreí a la foto y dije entre mí: Hoy te entiendo. Ahora, yo, también soy sólo un recuerdo.
martes, 23 de julio de 2013
Nunca.
Entró por la puerta blanca, alto y con su andar desgarbado de siempre, los jeans colgando, muñequeras negras, cadena y playera amplia, como siempre.
Pero, esta vez, algo en él había cambiado. No tenía la mirada de siempre, ingenua y baja, esta ocasión algo oscuro en sus ojos dominaba sus ojos, algo perverso, dominante...
Pronto, me descubrí mirándolo de esa misma manera en la que él me miraba a mi, esa mirada de seducción se contagia...
Para ocultarla , le sonreí brevemente de forma falsa, cerré mis ojos para tranquilizar mi mirada y ya fría, le pregunté casualmente:
-¿Cómo sigues con Brenda?
-No se parece a ti
-De eso estoy segura- respondí de manera seca acompañada de una mirada furibunda.
-No me malinterpretes, son muy distintas.
-Lo sé y no sabes cuánto me alegra.
-Yo...
-¿A qué viniste exactamente?
-Quería verte
-Me extrañas, ¿cierto?
-Yo...
-No digas nada, Ricardo. Vi tu mirada desde que cruzaste ese umbral y no creo que vengas precisamente a platicar, te conozco.
-Te he extrañado tanto, Claire...ella, no es como tú, tú eres especial.
-Déjate de estupideces, lo sé, sé a que vienes perfectamente, no necesito tus cursilerías baratas, he cambiado.
-Claire, no digas eso.
-Mejor actúo, ¿no?- empecé a desabotonarme el vestido por el frente y dejé que cayera a mis pies, bajé los tirantes y desabroché mi brassier, lo solté encima del vestido,luego lo volví a mirar de manera furiosa.
Ricardo se quedó mudo, sus ojos se abrieron desmesuradamente y empezó a intentar articular alguna frase idiota que no dejé que pronunciara pues me apresure a decir suavemente: -La cena se enfría- y él se apresuró a aplastarme contra la pared color arena.
Rasguñó mi espalda mientras sus manos se movían ansiosas cubriendo los laterales de mi tronco, mi cintura, mis caderas, mis piernas...subió olisqueando mi piel, tomando mi aroma para respirar, pude percibir una fuerte erección cuando subió pegado a mi cuerpo por mi pierna. Miró lascivamente mi cuerpo desnudo y me ató con sus manos bajándome al piso mientras me besaba forzadamente, cansado de ello, me fue levantando por mis muñecas hasta poder recargarme de nuevo en la pared arena y finalmente me subió a un tocador empotrado para ponerme a su alcance total...
A esa altura ya me encontraba totalmente a su merced...Olisqueó detrás de mis orejas, mi cuello, mi pecho, el canal entre mis senos, mi vientre, mi sexo y mis piernas en toda su extensión. Empezó a pasar su lengua por el empeine de mi pie y mordió finalmente mi espinilla de manera muy suave y juguetona, ascendió besando mi pierna, pasando por mi cadera, mi cintura y deteniéndose en mis pechos maravillado.
-¿son más grandes?, ahora se ven aún más deliciosos.
-Cállate- le dije y me tomó (también la palabra).
Mientras estaba en lo suyo mi cara fue cayendo a la decepción, todo terminó, y me miró expectante.
-¿Algún día podre lograr complacerte, Claire?
-Nunca- le dije de manera fría y me procedí a vestir.
Estúpidos hombres, siempre decepcionándome.
Pero, esta vez, algo en él había cambiado. No tenía la mirada de siempre, ingenua y baja, esta ocasión algo oscuro en sus ojos dominaba sus ojos, algo perverso, dominante...
Pronto, me descubrí mirándolo de esa misma manera en la que él me miraba a mi, esa mirada de seducción se contagia...
Para ocultarla , le sonreí brevemente de forma falsa, cerré mis ojos para tranquilizar mi mirada y ya fría, le pregunté casualmente:
-¿Cómo sigues con Brenda?
-No se parece a ti
-De eso estoy segura- respondí de manera seca acompañada de una mirada furibunda.
-No me malinterpretes, son muy distintas.
-Lo sé y no sabes cuánto me alegra.
-Yo...
-¿A qué viniste exactamente?
-Quería verte
-Me extrañas, ¿cierto?
-Yo...
-No digas nada, Ricardo. Vi tu mirada desde que cruzaste ese umbral y no creo que vengas precisamente a platicar, te conozco.
-Te he extrañado tanto, Claire...ella, no es como tú, tú eres especial.
-Déjate de estupideces, lo sé, sé a que vienes perfectamente, no necesito tus cursilerías baratas, he cambiado.
-Claire, no digas eso.
-Mejor actúo, ¿no?- empecé a desabotonarme el vestido por el frente y dejé que cayera a mis pies, bajé los tirantes y desabroché mi brassier, lo solté encima del vestido,luego lo volví a mirar de manera furiosa.
Ricardo se quedó mudo, sus ojos se abrieron desmesuradamente y empezó a intentar articular alguna frase idiota que no dejé que pronunciara pues me apresure a decir suavemente: -La cena se enfría- y él se apresuró a aplastarme contra la pared color arena.
Rasguñó mi espalda mientras sus manos se movían ansiosas cubriendo los laterales de mi tronco, mi cintura, mis caderas, mis piernas...subió olisqueando mi piel, tomando mi aroma para respirar, pude percibir una fuerte erección cuando subió pegado a mi cuerpo por mi pierna. Miró lascivamente mi cuerpo desnudo y me ató con sus manos bajándome al piso mientras me besaba forzadamente, cansado de ello, me fue levantando por mis muñecas hasta poder recargarme de nuevo en la pared arena y finalmente me subió a un tocador empotrado para ponerme a su alcance total...
A esa altura ya me encontraba totalmente a su merced...Olisqueó detrás de mis orejas, mi cuello, mi pecho, el canal entre mis senos, mi vientre, mi sexo y mis piernas en toda su extensión. Empezó a pasar su lengua por el empeine de mi pie y mordió finalmente mi espinilla de manera muy suave y juguetona, ascendió besando mi pierna, pasando por mi cadera, mi cintura y deteniéndose en mis pechos maravillado.
-¿son más grandes?, ahora se ven aún más deliciosos.
-Cállate- le dije y me tomó (también la palabra).
Mientras estaba en lo suyo mi cara fue cayendo a la decepción, todo terminó, y me miró expectante.
-¿Algún día podre lograr complacerte, Claire?
-Nunca- le dije de manera fría y me procedí a vestir.
Estúpidos hombres, siempre decepcionándome.
sábado, 22 de junio de 2013
Tiempo de lluvias
La lluvia me recuerda a Isalía.
Pobre, ¿qué será de ella?, ¿estará arrepentida de su desición?, francamente no lo sé, ella ni si quiera se atrevió a tomarla, ella solo esperó y calló, no he vuelto a oír su voz en un largo tiempo, pareciera que fueran años cuando en realidad...estúpida Isalia, ¿cómo se atrevió?, ¿cómo yo me atreví?. Suspiro, nada en mis pensamientos llamará a Isalía, sería tan feliz que lo hiciese, que viniera, me llamara y saludara simplemente, con oír su voz me bastaría para sonreír feliz y aguantar un poco más esta vida de mierda, porque su voz es especial.
Me imagino hablándole.
Isalía, ¿cuántos bellos momentos vivimos?, los has destrozado todos, los pisoteas y ríes cual niño malvado molestando a las hormigas. A veces me pregunto si realmente te has puesto a pensar acerca de todo lo que hiciste con el "nosotros", de todo lo que destruiste sin piedad, me encantaría que regresaras, pero jamás podrá ser igual.
Hermosa Isalía, tu cuerpo era un templo para mí: tus ojos los más cálidos y distractores, tu sonrisa siempre tan amplia y fácil, tu opaco y hermoso cabello castaño, el tono rosado de tu piel, tus labios carnosos, tus pechos grandes, tus piernas gruesas, tu olor embriagante...yo podría haberte adorado como a una diosa, rendirme y besar tus pies, venerarte como reina...
Te he hecho mía y he sido tuyo, nos hemos entregado tanto Isalía...pero tú y tus estúpidos valores, tu moralidad frágil y vacilante como la de los demás borregos religiosos (siempre pensando en lo bueno, en lo moralmente correcto y trasgrediendo sus principios en varias situaciones de debilidad para luego intentar corregirlos con sus rezos y golpes de pecho), la represión de tus impulsos, tu estúpido y siempre presente sentido de la responsabilidad y el tiempo. Eso, eso te hizo huir de mí. Veía en tus ojos el deseo, el fuego de todo, la llama encendida y crepitante de la pasión, esa mueca torcida que hacías cuando tratabas de seducirme, traías el infierno dentro, Isalía, tú eras una mujer apasionada. Desde que te conocí lo negaste, negabas tu pasión, pero yo veía tus arranques. "Tú me hiciste así"- solías decir - pero era mentira, yo solamente te entregué la confianza suficiente para que dieras rienda suelta a tu líbido. Y para mi suprema alegría lo hiciste, pero nunca por completo, eres tan reprimida en ese aspecto Isalía...
Te hice desconfiar de algunas personas, reservarte, controlar tu inmadurez, nunca lo pude hacer por completo. Desde el principio supe que eras una niña mimada y caprichosa, eras tan fácil de leer, tonta de ti, viviendo en tu mundo color de rosa nunca me supiste mentir.
Y te mostraste tan distinta al final, fría y mala como una bruja, pero sé que sólo era para alejarme Isalía, tenías y tienes miedo del futuro, lo ocultaste tan bien tanto tiempo...
"A pesar del pasado, tu vivías el presente, a pesar del presente creías en mi futuro, a pesar del futuro que no puedo ofrecerte, has dormido en mi mundo sin pensar en tu mundo. A pesar de la angustia, la sonrisa inventaste, a pesar del silecio nunca me preguntaste y a pesar de que me amas con las manos vacías has llenado mis manos con tu fe y tu alegría"
Así como ese fragmento basura que recordé, fue todo al principio, llegaste a alegrar mi vida y hacerme menos frío, yo te enseñé a ser más cautelosa. Me enseñaste y te enseñé tanto que en mi vida podré olvidarlo.
Ahora sólo puedo sentir lástima por ti, Isalía, porque se perfectamente que me recuerdas, al final nunca creí que mis enseñanzas también hubieran afectado tu orgullo, ahora es tan grande que te ciega de manera terrible.
Pobre de mí sin ti, Isalía. Pero más pobre de ti sin mí, pues nadie te amará como yo lo hice.
Pobre, ¿qué será de ella?, ¿estará arrepentida de su desición?, francamente no lo sé, ella ni si quiera se atrevió a tomarla, ella solo esperó y calló, no he vuelto a oír su voz en un largo tiempo, pareciera que fueran años cuando en realidad...estúpida Isalia, ¿cómo se atrevió?, ¿cómo yo me atreví?. Suspiro, nada en mis pensamientos llamará a Isalía, sería tan feliz que lo hiciese, que viniera, me llamara y saludara simplemente, con oír su voz me bastaría para sonreír feliz y aguantar un poco más esta vida de mierda, porque su voz es especial.
Me imagino hablándole.
Isalía, ¿cuántos bellos momentos vivimos?, los has destrozado todos, los pisoteas y ríes cual niño malvado molestando a las hormigas. A veces me pregunto si realmente te has puesto a pensar acerca de todo lo que hiciste con el "nosotros", de todo lo que destruiste sin piedad, me encantaría que regresaras, pero jamás podrá ser igual.
Hermosa Isalía, tu cuerpo era un templo para mí: tus ojos los más cálidos y distractores, tu sonrisa siempre tan amplia y fácil, tu opaco y hermoso cabello castaño, el tono rosado de tu piel, tus labios carnosos, tus pechos grandes, tus piernas gruesas, tu olor embriagante...yo podría haberte adorado como a una diosa, rendirme y besar tus pies, venerarte como reina...
Te he hecho mía y he sido tuyo, nos hemos entregado tanto Isalía...pero tú y tus estúpidos valores, tu moralidad frágil y vacilante como la de los demás borregos religiosos (siempre pensando en lo bueno, en lo moralmente correcto y trasgrediendo sus principios en varias situaciones de debilidad para luego intentar corregirlos con sus rezos y golpes de pecho), la represión de tus impulsos, tu estúpido y siempre presente sentido de la responsabilidad y el tiempo. Eso, eso te hizo huir de mí. Veía en tus ojos el deseo, el fuego de todo, la llama encendida y crepitante de la pasión, esa mueca torcida que hacías cuando tratabas de seducirme, traías el infierno dentro, Isalía, tú eras una mujer apasionada. Desde que te conocí lo negaste, negabas tu pasión, pero yo veía tus arranques. "Tú me hiciste así"- solías decir - pero era mentira, yo solamente te entregué la confianza suficiente para que dieras rienda suelta a tu líbido. Y para mi suprema alegría lo hiciste, pero nunca por completo, eres tan reprimida en ese aspecto Isalía...
Te hice desconfiar de algunas personas, reservarte, controlar tu inmadurez, nunca lo pude hacer por completo. Desde el principio supe que eras una niña mimada y caprichosa, eras tan fácil de leer, tonta de ti, viviendo en tu mundo color de rosa nunca me supiste mentir.
Y te mostraste tan distinta al final, fría y mala como una bruja, pero sé que sólo era para alejarme Isalía, tenías y tienes miedo del futuro, lo ocultaste tan bien tanto tiempo...
"A pesar del pasado, tu vivías el presente, a pesar del presente creías en mi futuro, a pesar del futuro que no puedo ofrecerte, has dormido en mi mundo sin pensar en tu mundo. A pesar de la angustia, la sonrisa inventaste, a pesar del silecio nunca me preguntaste y a pesar de que me amas con las manos vacías has llenado mis manos con tu fe y tu alegría"
Así como ese fragmento basura que recordé, fue todo al principio, llegaste a alegrar mi vida y hacerme menos frío, yo te enseñé a ser más cautelosa. Me enseñaste y te enseñé tanto que en mi vida podré olvidarlo.
Ahora sólo puedo sentir lástima por ti, Isalía, porque se perfectamente que me recuerdas, al final nunca creí que mis enseñanzas también hubieran afectado tu orgullo, ahora es tan grande que te ciega de manera terrible.
Pobre de mí sin ti, Isalía. Pero más pobre de ti sin mí, pues nadie te amará como yo lo hice.
sábado, 25 de mayo de 2013
La puta.
Siempre he sido sincera con lo que es de mi autoría y con lo que no lo es, esto lo vi en una página, y decidí transcribirlo, tal y como está, repito, no es de mi autoría, no sé quién es el autor, si fuera así, lo citaría. Espero les guste.
- La llamé puta ¡puta! ¿Puedes creerlo?
- ¿Tan grave fue?
- Gravísimo.
- ¿Te duele?
- Me da rabia.
- ¿Por qué?
- ¡Porque es una puta!
- Todas las mujeres suelen serlo en algún momento de su vida, de diferentes modos, ella, tu madre, la mía, todas en algún momento la vanidad, el morbo, la ambición, la tristeza, la soledad, la felicidad, las transforma, les alza un poco el escote, nos seducen con sus encantos, menean el culo para atraer nuestras miradas. Nosotros tenemos la mayor culpa, las queremos así, las deseamos así, para nosotros. Somos hombres.
- ¡Tremendo culo que tenía!
- Tremendo, me imagino.
- ¡Hermoso! Como caminar por la playa al tocar sus nalgas, sentir su piel tan suave como cuando se pisa la arena descalzo, sentir su sexo húmedo como al tocar hasta donde el agua alcanza y humedece la orilla. Era como una playa. Una sensación tan excitante llena de libertad al adentrarme entre sus piernas como al meterme a nadar.
- Vaya, te la has follado.
- Qué más podía hacer, me fascinaba.
- ¡Enamorarte!
- ¡Se folló a media ciudad!
- Y sólo contigo lloró.
- Y sólo conmigo rió.
- Y sólo contigo cantó.
- Y sólo conmigo besó.
- Te amó.
- Me mintió.
- ¿Te mintió?
- Folló con tantos que ni todos nuestros dedos alcanzan para llevarle la cuenta.
- ¿Cuando estuvo contigo o antes?
- Antes.
- ¿Dónde está la mentira?
- Entre sus piernas.
- Entre tus manos. Tu cabeza. Tu pene. Tu pasado. Tu vida.
- Deja las idioteces para después. No le veo el sentido a lo que dices.
- Cuántas veces no te masturbaste pensando en cualquier fémina que pasaba, que veías, que imaginabas, cuántas no han pasado por ti, por tu vida. Recuerda el apodo que tenías en la preparatoria, no había vagina que no te conociera.
- Pero esto es diferente, entiende.
- ¿Cuál es la diferencia?
- La quería.
- La quieres.
- Que se la lleve la chingada.
- Que se los lleve a los dos y sean felices.
- Que regrese.
- Que se casen.
- ¿Y si me engaña?
- ¿Y si la engañas?
- Jamás lo haría, la quiero.
- Jamás lo hará, te quiere.
- Pero es una puta.
- Es tu puta.
- Es mi puta...
- La llamé puta ¡puta! ¿Puedes creerlo?
- ¿Tan grave fue?
- Gravísimo.
- ¿Te duele?
- Me da rabia.
- ¿Por qué?
- ¡Porque es una puta!
- Todas las mujeres suelen serlo en algún momento de su vida, de diferentes modos, ella, tu madre, la mía, todas en algún momento la vanidad, el morbo, la ambición, la tristeza, la soledad, la felicidad, las transforma, les alza un poco el escote, nos seducen con sus encantos, menean el culo para atraer nuestras miradas. Nosotros tenemos la mayor culpa, las queremos así, las deseamos así, para nosotros. Somos hombres.
- ¡Tremendo culo que tenía!
- Tremendo, me imagino.
- ¡Hermoso! Como caminar por la playa al tocar sus nalgas, sentir su piel tan suave como cuando se pisa la arena descalzo, sentir su sexo húmedo como al tocar hasta donde el agua alcanza y humedece la orilla. Era como una playa. Una sensación tan excitante llena de libertad al adentrarme entre sus piernas como al meterme a nadar.
- Vaya, te la has follado.
- Qué más podía hacer, me fascinaba.
- ¡Enamorarte!
- ¡Se folló a media ciudad!
- Y sólo contigo lloró.
- Y sólo conmigo rió.
- Y sólo contigo cantó.
- Y sólo conmigo besó.
- Te amó.
- Me mintió.
- ¿Te mintió?
- Folló con tantos que ni todos nuestros dedos alcanzan para llevarle la cuenta.
- ¿Cuando estuvo contigo o antes?
- Antes.
- ¿Dónde está la mentira?
- Entre sus piernas.
- Entre tus manos. Tu cabeza. Tu pene. Tu pasado. Tu vida.
- Deja las idioteces para después. No le veo el sentido a lo que dices.
- Cuántas veces no te masturbaste pensando en cualquier fémina que pasaba, que veías, que imaginabas, cuántas no han pasado por ti, por tu vida. Recuerda el apodo que tenías en la preparatoria, no había vagina que no te conociera.
- Pero esto es diferente, entiende.
- ¿Cuál es la diferencia?
- La quería.
- La quieres.
- Que se la lleve la chingada.
- Que se los lleve a los dos y sean felices.
- Que regrese.
- Que se casen.
- ¿Y si me engaña?
- ¿Y si la engañas?
- Jamás lo haría, la quiero.
- Jamás lo hará, te quiere.
- Pero es una puta.
- Es tu puta.
- Es mi puta...
viernes, 10 de mayo de 2013
Poema de un amigo.
Me escribieron esto, y me gustó tanto que lo quise publicar, se lo ingenió en unos minutos un gran amigo, gracias amigo, siempre lo he dicho y lo diré, eres muy ingenioso y hábil para estas cosas, eres genial.
Dijo ya el Emperador
que de la cabeza al cielo
se mesura -¡olvida el suelo!-
la altura de un gran señor.
Pues muy grande señorita
es mi dulce amiga Nadia,
cuya faz tan limpia irradia
de la luz la más bonita.
Y a propósito de aquello
-de la luz y de la altura-
les diré, ya con premura,
que su rostro es, pues, muy bello.
Y su voz nunca la borre
esa muerte tan silente...
Dime, Nadia, ¿qué se siente
ser más alta que una torre?
Hasta las torres se inclinan:
piense Usted en la de Pisa.
Pero nunca tu sonrisa
ni tus ojos se declinan.
Tu memoria prodigiosa
supo, Nadia, recordarte
cosas que también comparte
vida mía, tan gloriosa.
Gracias por el tiempo todo
que has sabido regalarme.
Nunca dejas de encantarme,
Nadia, en ese bello modo.
Dijo ya el Emperador
que de la cabeza al cielo
se mesura -¡olvida el suelo!-
la altura de un gran señor.
Pues muy grande señorita
es mi dulce amiga Nadia,
cuya faz tan limpia irradia
de la luz la más bonita.
Y a propósito de aquello
-de la luz y de la altura-
les diré, ya con premura,
que su rostro es, pues, muy bello.
Y su voz nunca la borre
esa muerte tan silente...
Dime, Nadia, ¿qué se siente
ser más alta que una torre?
Hasta las torres se inclinan:
piense Usted en la de Pisa.
Pero nunca tu sonrisa
ni tus ojos se declinan.
Tu memoria prodigiosa
supo, Nadia, recordarte
cosas que también comparte
vida mía, tan gloriosa.
Gracias por el tiempo todo
que has sabido regalarme.
Nunca dejas de encantarme,
Nadia, en ese bello modo.
lunes, 18 de marzo de 2013
Dijiste que nunca te irías.
Hoy desperté y no estabas a mi lado.
Me incorporé sobre la cama y no vi tu ropa sobre mi cómoda, no vi tu cepillo, ni tus cremas, ¿dónde estaban tus cosas?
Me levanté y me dirigí al baño, ni tu shampoo, ni tus aceites, nada. Asustado corrí al closet, no falta decir más, tu ropa ya no estaba, tus zapatos habían desaparecido. No había ningún indicio de que hubieses estado aquí un día.
¡La cocina! - pensé - me apresuré hacia allá. No estaba nada de lo que tú habías comprado, ni las cortinas que arreglaste, ¿acaso viví una vida solo?
Me tiré sobre la cama aspirando tu almohada, ahí estabas, ahí se encontraba tu olor inconfundible, podría atarme a ello, apostar la vida a que habías estado allí y que habías dormido conmigo tantas noches...
Mi cabeza dolía y me senté en la cama para procesarlo. No estabas, te habías ido. Cerré y abrí los ojos como un niño, pensando tontamente que así reaparecerías, pero no.
Las lágrimas corrían por mi cara, sollozaba con desesperación, estaba pidiendo tu vuelta de rodillas, pues nadie era más perfecta que tú, tú la única que amaba con toda mi alma, con quien armonizaba mi vida, tú...
Dijiste que nunca te irías y ahora estoy aquí solo. Pero sé que no debo reprocharte, porque no te fuiste tú, te llevó la muerte.
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