sábado, 10 de marzo de 2012

Sandía


Sandía, dulce alegoría...

Hoy comí sandía.

La sandía es deliciosa en tiempo de calor, más si está fría y la compartes con alguien riendo.

Empecé a pensar en eso mientras degustaba un trozo frío y un rostro me llegó a la mente: TÚ.

Tengo tanto sin saber de ti, pero no olvido aquel día en que juntos comimos sandía, ¡Dios! estaba tan fresca y dulce que apagó el rubor de nuestras mejillas avergonzadas, gozamos comiendo sandía, tanto, que entre tu y yo nos terminamos una mitad sin darnos cuenta, nos reíamos y nos mirábamos a los ojos destilando amor y frescura, esa frescura que tiene la primavera a pesar del calor...

Recuerdo como aprovechabamos esos deliciosos momentos de fuga tu y yo, solo riéndonos y pasándola bien, podíamos cantar y hablar como dos tontos, dar vueltas, gritar, era como una amistad mezclada con pasión, tal vez ese fue nuestro error...

-¡Ya basta!-gritó mi mente con fuerza, y un fuerte dolor se apoderó de mi cuerpo, fue como si me volviese a partir en mil pedazos de nuevo, esos pedazos como de florero roto, roto y pegado de nuevo, pero algo una vez roto ya nunca vuelve a ser igual...

Cuando menos vi, fragmentos de sandía se esparcían por toda la mesa y mi cara estaba mojada, mi cuerpo temblaba con la fuerza de mi llanto y yo no podía hacer nada...

Esa fue la última vez que pude llamar a tu hogar mi hogar, pues no volvería a estar en él jamás, ahí se quedaron mis sueños, el futuro y los gritos de mi anhelos. Ahí te quedaste tú.

Ya han pasado años desde que vi tus ojos por ultima vez, de que senti tu olor y el peso de tus abrazos que me reconfortaba dulcemente en mis momentos de dolor. ¿Cuanto tiempo dura el sufrir?

Si pudiese verte de nuevo, saber donde estás, solo te pediría una cosa, enséñame a olvidar.

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