Vi tu fotografía. Esa, la viejita, como de hace cinco años. Donde tienes la cabeza agachadita y la mirada de niño. Sí, esa, donde tienes la playera café con rombitos a lo ñoño, como si alguna vez hubieras sido nerd. Esa que cuando te conocí ya te quedaba bien pegada, esa mera.
Llevabas un collar con un calendario del sol grande, con cuentas así como de los colores esos, los que usan los rastafaris, sí esos, o bueno así se me figuran a mi.
Esa foto en la que aún tienes el cabello quebrado y largo, y tu oreja se asoma por ahí. Sí, esa, en donde se te ve el lunar tan peculiar que tienes en el rostro. Sí, uno de los varios que están ahí.
Vi esa vieja foto, tu cara de niño, tus labios rositas y tu nariz tan pequeña. Vi esa foto y me dio ternura, de esa, de la buena, de la que te dan los niños pequeños, las fotos viejitas y los recuerdos bonitos.
¿Dónde estará ahora ese niño?
Ya no está, creció. Así como crecen todos, así como se trasnforman las cosas, así como es el círculo de la vida.
 
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