jueves, 17 de abril de 2014

De Isalía a Salazar.

26 de julio del 2013...

Salazar.

Oh, ¡querido Salazar!, tiempo sin verte y sin saber de ti, ¿aún desearías tu saber de mi? No lo sé, y por eso no te he buscado... Salazar, realmente esa es una excusa tonta para no buscarte, debo confesarte la verdad: me dan miedo tus habilidades de persuadirme siempre, esa labia que manaba de tus labios, esa que hacía que cada vez que tronaras los dedos me tuvieras ahí, en el suelo, dispuesta a todo. Eras especialmente hábil para ello y yo...yo, simplemente no me daba cuenta.

Salazar, ¿te seguirá buscando Isabel? Creo que ella quedó demasiado involucrada contigo, pero al parecer ya la olvidaste. Aunque no puedo saberlo a ciencia cierta, sé bien que te cuesta olvidar el pasado.

Salazar, ¿acaso ya te olvidaste de mi? Sé que nunca fui muy fuerte, ni siquiera poderosa, no tenía mucho carácter, me derretía en tus manos...quizá por el hecho de que nunca te exigí algo, fue que nunca recibí lo que algún día creí merecer, ¿o acaso creía merecer mucho más de lo que realmente merecía? Tal vez. Tu debes comprenderme, nunca me ha faltado nada en mi vida y aún así, necesito de todo.
Quizás fue por eso, Salazar, que lo tuyo y lo mío estaba condenado al fracaso.

Ambos lo sabíamos, no sé si desde un inicio, prolongábamos lo inevitable y al hacerlo, nos heríamos. Y nos heríamos de muerte porque no podíamos herirnos de otra manera.

Ay, Salazar, desde un inicio supe que tu y yo no llegaríamos a un buen final, traté de ser la mejor mujer en tu vida. Te juro que lo intenté con todas mis fuerzas al inicio, debía de ser la novia perfecta, realmente quería ser la mujer que destacara del montón, no solo una chica de un rato, no sólo una novia más. Quería ser la mujer a la que nunca olvidaras, la mujer por la que te retorcieras si algún día dejabas de tenerla, por la que estuvieras dispuesto a luchar aunque todo estuviera perdido, por la que te hincaras y suplicaras perdón, por la que sufrieras eternamente si la perdías.
Eso buscaba, inconscientemente de cierta manera quería tu bienestar para enmendar un mal que había hecho en el pasado y que llevaba cargando al hombro como un gran bulto de piedras. Tu eras débil en el interior y yo sólo quería arreglarte, hacerte feliz porque siempre estabas triste, ser la luz que te guiara en la oscuridad que vivías y haciendo eso ser la mejor precisamente en hacerte feliz.
Creo que eso nunca lo logré, me siento fracasada, aunque trataba de dar mi esfuerzo máximo y más, tu nunca te llenabas, pocas veces sonreías y a diario te quejabas del mundo, yo nunca fui suficiente para ti, a pesar de querer complacerte yo nunca te llené, nunca fui la que tenía todo...y eso me fue demostrado incontables veces. Qué lástima de esfuerzo, Salazar, que lástima.

Y a pesar de eso y de todo, yo no era de nadie, Salazar, ni siquiera tuya completamente, yo era ajena, egoísta, yo era más de mí que de nadie. Quizá por no haberme entregado a ti como tu lo hiciste conmigo fue que esto murió.

Nunca entendí tu entrega, ni tu educación extraña...tu retorcido sistema de creencias que constantemente trasgredía al mío, iba hiriendo mi ser, lastimándome, traicionando mis creencias. Tu nunca pudiste ni podrás entender mi dolor Salazar, nunca. Pues nunca tendrás la educación que yo tuve, ni vivirás las mismas cosas que viví. Y quizá tampoco yo nunca pueda entenderte, pues te criaste de modo muy distinto al mío. Somos dos seres tan diferentes, Salazar, aún me resulta difícil saber cómo es que vivimos sin asesinarnos tanto tiempo. Aunque pienso, ¿sabes? y pienso mucho acerca de eso, quizá lo hicimos...pero por dentro.

Ya hablé mucho, y aún así, a pesar de escribir y escribir, quizá nunca tenga respuesta, porque, me remito al principio de mi carta, no sé si quieres saber de mi.

Ya no escribiré tanto y mejor te daré un mensaje que no sé si algún día recibas: suerte en tu vida, Salazar. A pesar de todo, te sigue deseando lo mejor...

Isalía.

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