Siempre he sido sincera con lo que es de mi autoría y con lo que no lo es, esto lo vi en una página, y decidí transcribirlo, tal y como está, repito, no es de mi autoría, no sé quién es el autor, si fuera así, lo citaría. Espero les guste.
- La llamé puta ¡puta! ¿Puedes creerlo?
- ¿Tan grave fue?
- Gravísimo.
- ¿Te duele?
- Me da rabia.
- ¿Por qué?
- ¡Porque es una puta!
- Todas las mujeres suelen serlo en algún momento de su vida, de diferentes modos, ella, tu madre, la mía, todas en algún momento la vanidad, el morbo, la ambición, la tristeza, la soledad, la felicidad, las transforma, les alza un poco el escote, nos seducen con sus encantos, menean el culo para atraer nuestras miradas. Nosotros tenemos la mayor culpa, las queremos así, las deseamos así, para nosotros. Somos hombres.
- ¡Tremendo culo que tenía!
- Tremendo, me imagino.
- ¡Hermoso! Como caminar por la playa al tocar sus nalgas, sentir su piel tan suave como cuando se pisa la arena descalzo, sentir su sexo húmedo como al tocar hasta donde el agua alcanza y humedece la orilla. Era como una playa. Una sensación tan excitante llena de libertad al adentrarme entre sus piernas como al meterme a nadar.
- Vaya, te la has follado.
- Qué más podía hacer, me fascinaba.
- ¡Enamorarte!
- ¡Se folló a media ciudad!
- Y sólo contigo lloró.
- Y sólo conmigo rió.
- Y sólo contigo cantó.
- Y sólo conmigo besó.
- Te amó.
- Me mintió.
- ¿Te mintió?
- Folló con tantos que ni todos nuestros dedos alcanzan para llevarle la cuenta.
- ¿Cuando estuvo contigo o antes?
- Antes.
- ¿Dónde está la mentira?
- Entre sus piernas.
- Entre tus manos. Tu cabeza. Tu pene. Tu pasado. Tu vida.
- Deja las idioteces para después. No le veo el sentido a lo que dices.
- Cuántas veces no te masturbaste pensando en cualquier fémina que pasaba, que veías, que imaginabas, cuántas no han pasado por ti, por tu vida. Recuerda el apodo que tenías en la preparatoria, no había vagina que no te conociera.
- Pero esto es diferente, entiende.
- ¿Cuál es la diferencia?
- La quería.
- La quieres.
- Que se la lleve la chingada.
- Que se los lleve a los dos y sean felices.
- Que regrese.
- Que se casen.
- ¿Y si me engaña?
- ¿Y si la engañas?
- Jamás lo haría, la quiero.
- Jamás lo hará, te quiere.
- Pero es una puta.
- Es tu puta.
- Es mi puta...
sábado, 25 de mayo de 2013
viernes, 10 de mayo de 2013
Poema de un amigo.
Me escribieron esto, y me gustó tanto que lo quise publicar, se lo ingenió en unos minutos un gran amigo, gracias amigo, siempre lo he dicho y lo diré, eres muy ingenioso y hábil para estas cosas, eres genial.
Dijo ya el Emperador
que de la cabeza al cielo
se mesura -¡olvida el suelo!-
la altura de un gran señor.
Pues muy grande señorita
es mi dulce amiga Nadia,
cuya faz tan limpia irradia
de la luz la más bonita.
Y a propósito de aquello
-de la luz y de la altura-
les diré, ya con premura,
que su rostro es, pues, muy bello.
Y su voz nunca la borre
esa muerte tan silente...
Dime, Nadia, ¿qué se siente
ser más alta que una torre?
Hasta las torres se inclinan:
piense Usted en la de Pisa.
Pero nunca tu sonrisa
ni tus ojos se declinan.
Tu memoria prodigiosa
supo, Nadia, recordarte
cosas que también comparte
vida mía, tan gloriosa.
Gracias por el tiempo todo
que has sabido regalarme.
Nunca dejas de encantarme,
Nadia, en ese bello modo.
Dijo ya el Emperador
que de la cabeza al cielo
se mesura -¡olvida el suelo!-
la altura de un gran señor.
Pues muy grande señorita
es mi dulce amiga Nadia,
cuya faz tan limpia irradia
de la luz la más bonita.
Y a propósito de aquello
-de la luz y de la altura-
les diré, ya con premura,
que su rostro es, pues, muy bello.
Y su voz nunca la borre
esa muerte tan silente...
Dime, Nadia, ¿qué se siente
ser más alta que una torre?
Hasta las torres se inclinan:
piense Usted en la de Pisa.
Pero nunca tu sonrisa
ni tus ojos se declinan.
Tu memoria prodigiosa
supo, Nadia, recordarte
cosas que también comparte
vida mía, tan gloriosa.
Gracias por el tiempo todo
que has sabido regalarme.
Nunca dejas de encantarme,
Nadia, en ese bello modo.
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