Vi la pantalla de mi ordenador, la cual hacía unas horas que se había quedado dormida al igual que yo. Con los ojos legañosos pasé el mouse suavemente hasta que la negrura desapareció, mi sesión se encontraba abierta y tenía un mensaje, tenía la certeza de que era tuyo pues siempre estaba ausente cuando me necesitabas. Nunca estaba ahí para ti y eso me hacía sentir terriblemente culpable, tu siempre tan solícita, tan especial, día a día soportando mi humor y siempre con una sonrisa. Tú, tan tranquila.
¿Cuándo te conocí? Lo recuerdo bastante bien, dábamos un paseo por las instalaciones de nuestra próxima escuela, otra nueva etapa en nuestras vidas se abría lentamente ante nuestros ojos espectantes.
-Oh, yo también quiero ver, con permiso- te dije vacilante. Tu te moviste hacia un lado y recorrimos junto a varios estudiantes el camino. Éramos muchos, pero algo en ti me llamó la atención, eras una persona "especial" si así lo quieres llamar. 
Así que me decidí a hablarte.
-Hola, ¿vas en el 417 también?- pregunté
-Sí, ¿también tu?- respondiste
-Si...¿Cómo te llamas?
-Grisel- dijiste suavemente
-¿Grisel? ¿así?- dije con temor a equivocarme
-Si, así
...
-¿Y tú como te llamas?- preguntaste de manera cortés
- ¿Yo? - tonta. si sólo me hablabas a mí- Nadia.
-Ah
*Mi madre me grita para que vaya con ella*
-Ah, bueno, me tengo que ir, espero verte los demás días. Adiós.- dije apresuradamente.
-Adios
Fue lo último que escuché de ti.
¿Te encontre los demás días? Si, el primer día de clases cuando buscaba desesperadamente mi salón. Te identifiqué fácilmente, dudosamente me olvidaría de ti, ibas con una chica que se presentó como "Me llamo Brenda Itzel, pero me gusta que me digan Menny" la cual también nos acompañó casi todo el primer año. Desde ahí comenzó nuestra amistad.
¿Y ahora? Somos chicas a punto de terminar la escuela, los tres años juntas e inseparables, en el mismo salón, siempre haciendo locuras y divirtiéndonos tranquilamente. Conozco casi todas tus expresiones y me puedo imaginar tu reacción ante ciertas palabras, eso es muy bello. Tenemos la intención de ir hacia la misma carrera en la misma escuela, ¿el destino nos volverá a juntar? eso es dudoso en verdad, pero quiero decirte que no quiero perder algo tan bonito como lo que hemos vivido, espero y nos sigamos viendo.
¿Cómo nos hemos podido aguantar?, ambas hemos llegado a una conclusión: porque las dos estamos locas de atar.
Y como vuelan los años, gracias por acompañarme todo este tiempo. Gracias por esperarme aunque a veces te dejo sola, gracias por siempre estar ahí y aguantar mi humor, gracias por todas las risas y el tiempo compartido.
Gracias por ser parte de mi vida.
Esta entrada va dirigida a ti, Grisel, que has sido una amiga genial siempre y quiero decirte que te aprecio demasiado y que te quiero muchísimo.
miércoles, 21 de marzo de 2012
sábado, 10 de marzo de 2012
Sandía

Sandía, dulce alegoría...
Hoy comí sandía.
La sandía es deliciosa en tiempo de calor, más si está fría y la compartes con alguien riendo.
Empecé a pensar en eso mientras degustaba un trozo frío y un rostro me llegó a la mente: TÚ.
Tengo tanto sin saber de ti, pero no olvido aquel día en que juntos comimos sandía, ¡Dios! estaba tan fresca y dulce que apagó el rubor de nuestras mejillas avergonzadas, gozamos comiendo sandía, tanto, que entre tu y yo nos terminamos una mitad sin darnos cuenta, nos reíamos y nos mirábamos a los ojos destilando amor y frescura, esa frescura que tiene la primavera a pesar del calor...
Recuerdo como aprovechabamos esos deliciosos momentos de fuga tu y yo, solo riéndonos y pasándola bien, podíamos cantar y hablar como dos tontos, dar vueltas, gritar, era como una amistad mezclada con pasión, tal vez ese fue nuestro error...
-¡Ya basta!-gritó mi mente con fuerza, y un fuerte dolor se apoderó de mi cuerpo, fue como si me volviese a partir en mil pedazos de nuevo, esos pedazos como de florero roto, roto y pegado de nuevo, pero algo una vez roto ya nunca vuelve a ser igual...
Cuando menos vi, fragmentos de sandía se esparcían por toda la mesa y mi cara estaba mojada, mi cuerpo temblaba con la fuerza de mi llanto y yo no podía hacer nada...
Esa fue la última vez que pude llamar a tu hogar mi hogar, pues no volvería a estar en él jamás, ahí se quedaron mis sueños, el futuro y los gritos de mi anhelos. Ahí te quedaste tú.
Ya han pasado años desde que vi tus ojos por ultima vez, de que senti tu olor y el peso de tus abrazos que me reconfortaba dulcemente en mis momentos de dolor. ¿Cuanto tiempo dura el sufrir?
Si pudiese verte de nuevo, saber donde estás, solo te pediría una cosa, enséñame a olvidar.
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)
