jueves, 25 de diciembre de 2014

Niña conejo.

Ella era un conejo.
Yo la tenía en una jaula.
Era MÍ conejo.
A veces le dejaba la jaula abierta.
No se iba.
Empece a dejarle la jaula abierta mientras la zarandeaba.
Seguía sin irse.
La descuidé más.
Un día salió y se fue.
Era MÍ conejo.
Yo lo quería.
Era MÍO.
No volvía .
Un día encontré a mi conejo en un prado.
Se veía feliz.
Le pedí que volviera.
No quiso.
Le supliqué.
Se negó.
Parecía feliz en aquel prado.
Le ofrecí una jaula más grande, más abierta, alimento, todo lo que podía.
Se quedó quieto.
Se volvió a negar.
Lo intenté asir entre mis dedos.
Saltó hábilmente.
¿Dónde aprendió a saltar así?
Antes era un conejo muy torpe.
Tal vez creció.
Le volví a suplicar.
No quería volver.
Quería atraparlo.
Se escabullía.

¿Cuándo comprenderé la naturaleza de ella, del conejo que se va?



Adiós conejo.