Hoy lo vi, lo vi sin querer y sin esperármelo. Hay cosas que definitivamente digan lo que digan están destinadas a ser de esa manera y esta lo fue.
Yo no acostumbro bajar a abrir la puerta, por lo general lo hacen otras personas, yo espero sentada a hacerlo y ya...en esta ocasión no sé por qué ¿destino?, se me ocurrió que debería abrir yo para hacerle el favor de recibir a alguien en nombre de otros y...pasó.
Abrí la puerta tranquila y la primera persona que vi fue a un maestro de vida, sonreí al verlo pues siempre me pone de buenas saber que ahí sigue, esparciendo su conocimiento en mi ambiente, sin esperarme que detrás estaba ÉL, si ese ÉL del que llevaba una semana sin saber absolutamente nada. Al verlo me dio un vuelco el corazón, sentí como la sangre abandonaba mi cuerpo y algo frío recorrer mi espalda, lo vi y me puse nerviosa como una niña, empecé a hiperventilar pero lo disfrace con una amplia sonrisa y unas bromas, los recibí sin más aspavientos y los conduje con quien iban.
Al momento de saludarlo percibí su perfume, ese que tanto me gustaba, estaba perfecto, más perfecto que en mis recuerdos que lo intentaban opacar para dejar de extrañar extrañarlo sin éxito. Me extendió los brazos y lo abracé, en ese momento me temblaron las piernas y supe que era lo indicado evitar su contacto pues volvería a caer, ese abrazo me recordó lo mucho que extrañaba su olor, su tacto, esa emoción y felicidad ahí estaba y yo la rozaba con la punta de los dedos, la acariciaba y la hacía mía, saboreando el breve instante que no se repetiría no sabía yo en cuántos días.
Me alejé como si de cualquier invitado se tratase, algo cotidiano, algo normal, aunque mi corazón dijera lo contrario, aunque mi cuerpo temblara al volver a mi asiento y mi mano no se controlara de sacudirse mientras tomaba mi vaso de agua para intentar relajarme.
Minutos más tarde descubrí un mensaje donde ÉL me pedía que le abriera, también pensé mucho en ese mensaje, ¿por qué me pedía que yo le abriera? Podría simplemente tocar y esperar si no quisiera verme, si me odiara, si...si...si...
Le contesté y ya no recibí respuesta, creo que fue lo mejor, ese había sido el acuerdo y decidí esta vez no violarlo yo, como todas esas veces que tomé la decisión incorrecta para ser feliz, hoy tomaba la dolorosa y correcta para seguir mi camino, respetando el suyo, sus decisiones y límites, como dos adultos.
Que horrible ser adulto e intentar ser sensato cuando el corazón no sabe de motivos ni razones, solo busca sensaciones, la droga y la felicidad.
Me hizo feliz verlo, admirarlo de lejos, aspirar su olor y respetar su existencia.
Nunca sabré si fue una feliz coincidencia que llegara ahí ese día o él lo decidió. Pero estoy agradecida de volver a sentir, de que la vida diera un poco de metadona en la recuperación de esta heroinómana.